22 de octubre de 2014

Marcos

Mi niño, el niño feliz, cariñoso y sonriente, después de hacer un período de adaptación perfecto en el colegio, se ha pasado una semana entera llorando al llegar a la fila de entrada. Él llorando y yo yéndome con el cuerpo del revés…

Los primeros días iba tan contento hasta llegar al cole. Entonces se ponía a hacer pucheros, a llorar a lágrima viva y a decirme que no quería entrar enganchado a mí como una lapita. Los días posteriores, ya empezaba a llorar en casa. Un día me dijo que le daba miedo… Y entonces saltaron mis alarmas maternales.

Y empecé a imaginarme a algún niño abusón de 4 o 5 años, haciéndole la vida imposible en el patio. Y a mi bebé en un rinconcito, sin hablar con nadie y asustado. Ese mismo día, hablé con la profe a la salida y le pedí una tutoría.

Como siempre pasa, con la Ley de Murphy de por medio, fue pedirle la tutoría a la profe y volver a ir tan contento.

Aún así, ayer me reuní con ella para que me contara cómo le veía. Porque además de todo, Marcos solía hablarme más de los niños de la clase de su hermano y me dio por pensar que a lo mejor lo que le estaba pasando era que le echaba de menos y que no se relacionaba con los niños de su clase porque lo que de verdad quería era estar con Sergio. Por aquello de que no te den opción a elegir si quieres que tus hijos gemelos vayan juntos o no a clase…

La profe me dijo que Marcos cumplía con el perfil de un niño feliz. De un niño que se está criando y desarrollando como debe ser. Que le ve muy maduro, más comparándolo con sus compañeros de clase. Y él también se nota más autónomo y “mayor” por lo que siempre lleva la iniciativa en clase. Le gusta ser el encargado para tener protagonismo y también sentarse en la colchoneta y leerles cuentos a los compañeros. Juega más con las niñas que con los niños de su clase, le encanta jugar a los médicos y con las casas de muñecas, y se junta con su hermano y los amigos de la clase de su hermano en el patio porque todos juegan al fútbol. Que habla mucho, es muy payasete y hace payasadas para que los amigos se rían, que está muy pendiente de su profesora y que antes de terminar una actividad ya está preguntando qué van a hacer después.


En fin, que nos quedamos mucho más tranquilos sabiendo que es un niño querido en clase y se le nota feliz. Que lo de llorar ha sido solo una fase que se ha ido como llegó. Y su profe me dijo que es un niño que dará qué hablar este curso, seguro. Apunta maneras.




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